¿y por qué cuando hay música alegre nadie baila?
¿y por qué cuando hay música triste nadie llora?
¿todavía sentimos?
Hace unos días, uno de mis amigos cercanos perdió a su abuelita, se le hizo primavera igual que mi madre, se nos hicieron primavera. Este año se ha llevado a seres maravillosos transformándoles en eternas primaveras. Mientras estaba sentado en una banca durante la misa (años de no poner atención al mensaje de un sacerdote) sintiendo una tristeza profunda y recordando lo doloroso que es despedirte de alguien a quien nunca querías decirle adiós; fui permitiéndome escuchar poco a poco con atención lo que desde el altar el padre con voz tranquila leía:
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Mateo 11, 16-19
Ese fragmento de la lectura me quedó presente, me hizo sentir y pensar. De pronto, el sacerdote siempre con voz calmada se echó su speech, y entre todo lo que dijo, esto fue lo que me impactó: “al final, no importa lo que una persona haga, de todas maneras, no se va a quedar bien con nadie. Casi siempre las demás personas son las que crean la reputación de las otras, para bien o para mal…” y entonces sentí sus palabras como dos gotitas de “eye mo” para bajar lo irritado de los ojos, ¿saben?
El punto es, que a veces uno llega a lugares que de pronto no estaban en el plan y de alguna manera, han dejado de ser frecuentes porque nos recuerdan a personas que ya no están, y en esos lugares misteriosamente surgen algunas palabras de aliento y fuerza que vienen de un completo extraño que sin miedo a que sean bien o mal recibidas, las expresa y son compartidas.
Creo que mejor que disfrutemos más y mejor lo que hacemos, aún más si lo hacemos con pasión, dedicación y esfuerzo, porque si lo hacemos así, a las únicas personas que debe importarle y con quienes debemos quedar siempre bien, es con nosotros mismos… al final, hagamos lo que hagamos, nunca vamos a quedar bien con nadie.
Empecemos entonces a agradarnos más, a tratarnos mejor y perdonarnos, a ser más tiernos y felices con nosotros mismos. A hacer lo que tengamos que hacer, por y para nosotros mismos.